lunes, 15 de agosto de 2011

Que yo lo intento



Ni siquiera recuerdo de qué estaba hablando. Sería bonito decir que después de todo nunca más volvió a tener pesadillas. Sería bonito, pero mentira. Las pesadillas la seguían visitando como siempre; igual que un tren nocturno llegando a su hora a la estación, tirando de los recuerdos que lleva atados a una cuerda, tras mucho arrastrar y traquetear torpemente. 
Siente la necesidad de sentirse a salvo a cada momento. Las pesadillas no solo la visitan cuando cierra los ojos. Las peores son aquellas que tiene que soportar con los ojos bien abiertos y mirada fría, siempre acompañada de una pequeña mueca que no acaba de ser sonrisa. Tampoco ha de ser tan explícita, debe dejar algo para la imaginación. Sí, imaginar. En cierto modo, de eso vive. De imaginar cómo sería. Es como vivir en continua precaución, como tomar chocolate caliente aspirando el aroma, como dar un gran concierto bajo el agua de la ducha, como leer historias de otros buscando la tuya en alguna de sus líneas..