viernes, 7 de enero de 2011

Que yo le vi primero

Era la primera sonrisa por las mañanas, y la alegría a lo largo de los días. Con él nunca resultaban aburridos ni tristes. Ella se iría algún día de allí, tendría que separarse de ellos, romper aquel precioso lazo que había surgido del tiempo vivido. Pero la recordarían siempre. En medio de la neblina en la que el tiempo envuelve la memoria, su voz aguda y el olor a jabón y mermelada de fresa. Y cuando alguna vez escucharan su canción, se despertaría en ellos una inexplicable nostalgia, la añoranza de las tardes soleadas en el Parque de Lorca enrojecido con sus decenas de flores centelleantes, tumbados bajo la falda de la Alhambra, tomando un té a las tantas de la noche, deseando volver a amanecer en esa ciudad. 

La sombra borrosa, ya sin rostro, de una joven de la que emanaba una maravillosa aura de tranquilidad y protección, y que cantaba para ellos, sólo para ellos, esas mismas canciones antiguas..

..cerrando los ojos llego